De las culebras y sus mitos: Arauca

Por: Teddy Angarita-Sierra
Fotografía: Javier Crespo, Diego Cabrera y Teddy Angarita-Sierra

Hace cerca de un año, me encontraba explorando por primera vez el piedemonte Araucano. Esta es una región de carreteras solitarias, amplias llanuras ondulantes, salteadas por rocas negras que quiebran tu paso y recienten tus rodillas. Hacia la montaña domina un verde exuberante, fragmentado y algo rasgado por la herencia de “la Colonización del Sarare”, un fenómeno socio-económico de gran violencia, en el cual las políticas de desmonte y colonización ocasionaron la pérdida de cerca del 90% de los bosques de este territorio hacia 1990.

Durante esta travesía, remonte la cuenca del río Tame, pasando por las llanuras rocosas, los bosques siempre verdes de su ribera, que se alegran día y noche con el canto de las ranas, hasta llegar a las altas mesetas, que parecen trozos de sabanas que se anclan entre las montañas, como pequeños escalones creados por los dioses en su ascenso hacia las nieves perpetuas del Cocuy.

Piedemonte araucano

Piedemonte araucano.

Entre los senderos conté con la compañía de Javier Valencia, un araucano fascinado con la belleza de su terruño, guarda parques de uno los tesoros más bellos de Colombia, el Parque Nacional Natural El Cocuy. Caminamos en silencio, al inicio, pero con el paso de las horas y con el aparecer de una que otra culebrita, su alma alegre e intelecto curioso emergió intensamente. Entre los maderos podridos de una vieja casa abandonada, Javier encontró una Cuatro narices (Bothrops atrox). Ansiosamente me llamo a gritos, a lo cual acudí rápidamente, al igual que los demás muchachos del grupo.

Al llegar, vi como él, entre una mezcla de valentía y ansiedad, hablaba apresuradamente y golpeaba su machete muy cerca de la culebra, provocando un sonido estridente. Yo le pedí que por favor se detuviera, el me miro de modo extraño y me explico que lo hacía para que la serpiente se espantara. Yo le explique que las serpientes son sordas que no tienen un oído externo con el cual perciban el horrible sonido de su machete. Se detuvo, manteniendo su mirada muy atenta a mis movimientos. Le pedí que por favor me prestara su machete para poder pisar la serpiente y tomarla por la cabeza, a lo cual, sin dudarlo, respondió guardando su machete en la funda que colgaba de su cinto y me alcanzo una pequeña vara de madera. Ahora, el de cara extraña era yo, no comprendí porque se rehusó a darme su machete, me quede mirándolo un instante, pero él seguía extendiéndome la vara de madera sin pestañear. Sin otra opción, pise la cabeza de la serpiente con la vara, la tome por la cabeza y la guarde en una bolsa de tela para llevarla al campamento.

Falsa mapana (Leptodeira annulata)

Falsa mapana (Leptodeira annulata).

Nuevamente, bajamos la montaña en silencio, pero esta vez fue mi curiosidad la que irrumpió la afonía de nuestro lento descenso. Le pregunte ¿por qué no me presto su machete para atrapar la serpiente?, a lo que él respondió muy serio, ¡Cómo se le ocurre, no quiero dañar mi herramienta!, ¿Qué él no quería dañar su herramienta? Esta repuesta me sumió aún más en la curiosidad. Desee interrogarlo, fusilarlo con mil preguntas sobre este misterio… pero respete parte de nuestro silencio y aguarde un poco. Paramos en un pequeño alto desde cual se lograba ver el cañón del río Tame y las sabanas ondulantes circundadas por tenues y solitarias carreteras.

Compartimos algo de nuestras meriendas, y entre este intercambio gastronómico decidí abordar el tema nuevamente. Javier con un tono solemne y muy serio, me contó que su padre le había enseñado casi todo sobre los oficios del campo, así como sobre los animales y plantas. Su padre le enseño que las serpientes son animales que se deben dejar quietos, lo que se traduce en no tocar, manipular o matar a las serpientes. Javier me explico que en el caso en que la única opción sea matar al animal (Como cuando se entra a la cocina, o habitaciones de una casa) es preferible hacerlo con una vara o piedra, pero nunca con una herramienta, como machetes, cuchillos, palas o palines, ya que, si la herramienta toca la serpiente esta adquiere la impureza del animal volviéndose inservible y contaminando todo lo que toque.

…“Adquiere la impureza del animal volviéndose inservible y contaminando todo lo que toque”…

¡Que relato tan maravilloso!, pensé, pero aún no terminaba, Javier tocando levemente con su mano derecha el machete en su cinto, me indico que existía una solución para “sanar” o “limpiar” la herramienta. Esta debe enterrarse lejos de alguna vivienda o camino, y al cabo de dos días esta de desentierra, ya “curada” y lista para usarse. Durante todo el relato me mantuve impávido, mudo ante tan sorprendente relato, no quise hacer gesto alguno, deseaba que Javier continuara sin perder palabras, y así lo hizo. Con énfasis me indico que al morir la serpiente su sangre no podía tocar el suelo, ya que la sangre es vida, y la vida no puede ser desperdiciada o desechada sobre el suelo. Además, el suelo que ha sido machado por la sangre al igual que las herramientas, se vuelve impuro e inservible.

Bosques del piedemonte en Tame (Arauca).

Bosques del piedemonte en Tame (Arauca).

 

Después de estas palabras, volvió nuevamente el silencio, compartimos los últimos gajos de mandarina, recogimos las impermeables que pusimos sobre el pasto húmedo y descendimos lentamente hacia el campamento, para dar espera a la noche y sus culebras.

2 thoughts on “De las culebras y sus mitos: Arauca

  1. […] tienen una serie de mitos sobre la culebra.  En uno de los viajes que realizó al Arauca, Angarita explicó a personas de la zona que las culebras son sordas, no tienen oído externo, de tal manera que no debes sacar  tu machete para asustarlas […]

  2. Miryam Sierra Guerrero

    Como docente de geografia e historia me hubiera gustado conocer acerca de las serpientes cuando hacia mi trabajo de campo con mis alumnos para que estos mitos no les impidieran ser mas abiertos al conocimiento de la naturaleza. Muy buen articulo .ojala se pueda difundir a los maestros rurales para que lo multipliquen a sus alumnos.

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