BÍOLOGO ENTRE LA BIODIVERSIDAD Y EL PETRÓLEO

Por: Camilo Herrera Molina

Fotografías: Camilo Herrera Molina – Luisa Fernanda Montaño Londoño

Hace algunos años tuve la oportunidad de trabajar en el sector petrolero, la inestabilidad de mi profesión y el boom de la extracción del oro negro, fueron la oportunidad para entrar en éste mundo. Los bosques, el olor del aire limpio, el sonido del agua en los ríos, las aves y demás animales los cambie por el olor a diesel, el ruido del taladro, las bombas de lodo, generadores y demás equipos usados en la perforación. Con mi familia de por medio y la seguridad económica que éste trabajo me garantizaba, no dude en hacerlo.

Pasó el tiempo, el trabajo a pesar de que no era para lo que había estudiado, se tornó rutinario y poco satisfactorio.  Fue en este momento cuando empecé a mirar a mí alrededor, me di cuenta de que estábamos en la mitad de un bosque asociado a un estero. El bosque empezó su llamado, la tortuga morrocoy se cruzaban en mi camino, serpientes entraban a la zona de obras del pozo. El instinto y el amor por la biología hicieron de las suyas. Cuando podía me escapaba a contemplar los chigüiros del estero, seco por esos días, los venados, monos aulladores, pavas, zorros, en fin, fui testigo de la biodiversidad y la hermosura de los llanos del Casanare. En ocasiones, vi animales que no contemplé antes en mis años como estudiante o en mi anterior trabajo como biólogo.

Estas escapadas “furtivas” cada vez eran más frecuentes, al punto que ya no iba sólo, empecé a transmitirles a mis compañeros mecánicos, ingenieros eléctricos, el amor que yo sentía por la biodiversidad, al punto que empezaron a respetar y a tomar conciencia, pasé de ser el “bodeguero” al “biólogo bodeguero”.

Sin dejar de lado mis responsabilidades laborales, cuando podía salía y daba a mis compañeros datos curiosos de la biología de algunas de las especies que veíamos.

En una ocasión una cuatronarices (Bothrops atrox.) entró cerca a los alojamientos, rápidamente mis compañeros me llamaron recordando mi profesión. Llegué tarde…tarde para la vida de la serpiente, ya que el jefe de la operadora “canadiense” le había quitado la cabeza. Tomé la cabeza con cuidado y sentí como aún se movía, creo que mi rostro en ese momento manifestó el dolor de la misma, las personas a mi alrededor se fueron dispersando. Recalque la irresponsabilidad del verdugo y manifesté el riesgo que esto traía en el caso de ser mordidos, ya que en el taladro se carecía de suero antiofídico. Con el cuerpo de la serpiente y su cabeza en mis manos miré el horizonte, contemplé el taladro con el bosque de fondo, decidí que el dinero y la estabilidad no justificaban el daño al ecosistema. El precio del crudo no paga el impacto, la muerte. Sentí un dolor extraño como si me estuvieran quitando algo, estaba traicionando mis principios y siendo cómplice de una actividad que va en contra de lo que yo quería para mi vida.

Meses después se acabó el pozo, terminé mi contrato y a pesar de continuar mi incertidumbre laboral, tomé la decisión de seguir el duro camino de la lucha ambiental, estudiando y trabajando por la biodiversidad de mi país. Si bien no se ganan los mismos millones que movía la industria petrolera, me trae más satisfacción, siento que les garantizo a mis hijos algo invaluable. Además, les demuestro que siempre se debe hacer lo que se ama y luchar por ello, lo demás llega por añadidura.

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